Miguel Perdiguer

 

 

105-perdiguer-1.jpgMiguel Perdiguer, de una u otra forma, se ha pasado la vida observando; desde sus primeras incursiones entre los paseos y la naturaleza de Santolea hasta la realización de fotos en las  calles desnudas del pueblo triste, abandonado y hasta malhumorado en que se ha convertido Santolea. En los requiebros de la vida, Miguel   Perdiguer se convirtió en médico-pediatra y observó, antes que medicó, a los  pequeños visitantes de una consulta tan humana como humilde.

 

Siempre he visto a Miguel Perdiguer de una misma forma, desde la primera fiesta de El Comendador que viví donde Miguel Perdiguer iba armado con su cámara hasta este incipiente otoño en que nos recibió en casa. Aunque el recuerdo más intenso fue el encuentro y paseo por Santolea. Miquel Perdiguer, D. Miguel, como le llaman los santoleanos y masinos, siempre va  encorbatado con un nudo que no es tan refinado como el típico inglés, pero que es “su nudo” con el que se siente bien y punto. Charlamos con Miguel Perdiguer en lo que presumiblemente fue la sala de espera de su consulta. Se acomoda destinando su mirada de ojos pequeños a todas nuestras preguntas, pero después del primer signo de interrogación, la entrevista se transforma en una agradable y apacible charla de la que todos gozamos. Hablar de Santolea a Miguel le sienta bien. Miguel Perdiguer, recuerda con alegría y gusto sus años, como infante, en Santolea, fueron once años de juegos libres, entretenimientos, algunas ayudas en casa.. Sus raíces, por parte paterna, son santoleanas. En cambio su madre era de Luco de Bordón. Ésta como era la más pequeña marchó bien pronto de sirvienta a Zaragoza, pero volvió a casa de su hermana que ya vivía en Santolea. Es aquí donde conoce al padre de Miguel.

 

Miguel Perdiguer no tiene recuerdos a destacar de la infancia, pero cuando menciona que fue monaguillo, personalmente lo veo todo como en la película de Cinema Paraíso. Me imagino a Perdiguer madrugando todos los días para la misa primera y luchando contra el sueño que lo atenazaba en el interior de la iglesia. Los ojos que se cierran, el cuerpo que se repliega, los bostezos que deben reprimirse…. Destaca que “el pobre cura no podía darme nada de sueldo….alguna vez—dice levantando la mano como pidiendo que se puntualice la cuestión—me daba, el pobre, algo del cepillo…”.--Perdiguer emite una sonrisa de comprensión y de gratitud, bien sinceros--.Hablando de propinas: “Los domingos mi madre me solía dar unos cinco céntimos, lo hacía después de comer---sonríe y levanta la mano, nos mira con cierta sorna—entonces mi abuela repetía lo mismo que había dicho el domingo anterior: “¡qué manera de malgastar el dinero!”.

 

Perdiguer explica el bajo nivel de vida de su pueblo: “¿pan durante el año?, tenía pan la familia que podía disponer de trigo durante todo el año, las casas bien….no había un buen nivel de vida, ten en cuenta que las chicas pronto marchaban a trabajar en Barcelona. Otros alimentos de primera necesidad como los huevos sólo se tenían n temporada; de gallinas había pocas porque había poco que darles de comer”.

 

Miguel alza su mirada y recoge aire: “Santolea era el centro de un grupo de pueblos, lo que se conocía como la concordia de Santolea: Las Cuevas de Cañart, Ladruñán, Las Planas, La Algecira, Luco de Bordón, Bordón, Dos Torres de Mercader  y es que Santolea tenía  los servicios más importantes y permanentes: médico, veterinario y farmacéuticos”. Volvamos a esos pueblos: “  A veces ir a uno de estos pueblos suponía un día de excursión con caballerías. Con los pueblos y entre los pueblos de la Concordia de Santolea no había rivalidad…como puede ocurrir en pueblos con bienes compartidos como el caso de Aguaviva y el Mas de las Matas con el agua…este problema, el del agua, no lo tendríamos nunca en Santolea…”.

 

Más problemas: “Aquello todo era monte, había sólo un carro, (el de un comerciante de tienda). No habían pistas, todo se comunicaba mediante caballerías. La vida era dura y la gente también, por eso cuando marcharon a Valmuel y Puigmoreno su trabajo allí les dio muy buen resultado...Fíjate, --nos mira y sonríe--. El primer coche que vi. fue a mis 7 años; después vino el coche de línea., aunque el primer vehículo del pueblo fue el del médico….recuerdo la primera llegada del coche en Luco de Bordón, el coche de línea que iba hasta Villores: cenando en casa de mi tío oímos un ruido y desde la venta vimos dos puntitos como dos linternas. Los mayores empezaron a exclamar; “¡qué viene el alto!”. Nosotros nos desplazábamos a Luco de Bordón una vez al año, en fiestas del Pilar”.

 

Perdiguer está apasionándose con la recreación de sus batallas: “subíamos a las caballerías por aquellos montes asumiendo el riesgo de manera más que encantada”. Miguel Perdiguer habla detalladamente, sentado con algo más que tranquilidad, serenidad. Entonces nos vuelve hablar de su familia” Nuestra casa era para ir tirando, sin ninguna grandeza. Había en todo el pueblo mucha miseria y nosotros, simplemente, íbamos tirando. Recuerdo particularmente a mi padre como a un buen labrador. Un hombre inteligente que destacaba en la agricultura. Me lo recordaba un día Jerónimo Mata: “su padre es el hombre con más inteligencia natural que he conocido…”….ya por aquellos tiempos se construyó un invernadero ”.Hablamos de la escuela: “Tenía como maestro a Manuel Pina y lo recuerdo como un gran maestro. Aconsejó a mi padre para que yo estudiase…Sí, —dice con rotundidad— Santolea tuvo un muy buen maestro….después cuando nos bajamos a Mas de las Matas me encontré con una clase de 110 alumnos entre seis y catorce años. Allí los mayores y más entendidos enseñaban a los más pequeños. A mí ,enseguida, me pusieron como el segundo de la clase, pero estuve sólo unos meses. Después ya marché a Zaragoza para preparar el examen de ingreso en Bachillerato. Estuve un año en casa de unos familiares, pero como era muy mal comedor….mis padres buscaron alojamiento en un colegio seglar, en el más barato. En aquel entonces pagábamos 4 pesetas diarias. En más de una ocasión mi madre me decía que si hubiesen sabido lo que les iba a costar no hubiese estudiado….”.

 

De ilusiones también se vive, pero si es preciso se lucha por ellas. Miguel Perdiguer perdía la vista cuando una bicicleta circulaba cerca. “Cuando veía a los Zaera con su bicicleta….”. La mirada todavía le brilla como si volviese a aquellos 12 años. “Pedí un día una bicicleta, enseguida me contestaron que ya tenían bastante pagándome los estudios….pero entonces les dije que haría dos cursos en uno, se ve que mi padre hizo números y estimó que saldría ganando comprándome la bicicleta. Mirad las cosas de la vida, el hacer dos cursos al año fue la circunstancia que me propició estudiar medicina al haber acabado el bachiller justo el año 1936”.

 

Volvamos a Santolea y a su pantano: “la huerta estaba invadida por el pantano y para “salvar” algunos productos y enseres había que subir la cuesta del Barranco Gómez, lo que albergaba un altísimo riesgo.”Dejar una tierra siempre despierta sensaciones y bajar a Mas de las Matas significó el experimentar mucha tristeza en todos…muchos lloros: llorábamos los que nos íbamos y lloraban los que se quedaban. Me parecía que el mundo se había acabado para mí”.

 

106-perdiguer-2.jpgMiguel Perdiguer todavía tiene cara de espabilado cuando está a punto de entrar en su propio tiempo de los noventa. “Alquilaba un taxi para ver los campos de Valmuel y Puigmoreno y se los enseñaba a otros santoleanos para que realizasen solicitudes, algunos lo solicitaban….yo mismo cogí unas cuantas y se las di a gentes de Santolea….”. Algunos de ellos viven actualmente en uno u otro de esos pueblos de colonización ideados por Franco. En total de 15 a 20 familias lo solicitan, pero luego Miguel nos recalca: “algunos se rajaron. Los familiares míos se bajaron y consiguieron buenos botes. Allí muchos empezaron de cero y hoy tienen más lotes…algunos hasta cuatro hectáreas frutales”. Vuelve Santolea y a su pérdida, gota a gota: “La marcha de Santolea significó un cambio sustancial; fue una marcha muy dura…la casa tenía un valor sentimental. Cuando dejabas todo aquello atrás no racionalizabas y además te encontrabas ante el mundo sin dinero”.

 

Le preguntamos por la guerra, por los maquis. Aquí siempre hacemos un punto y aparte esperando no “atacar” en exceso su sensibilidad vs susceptibilidad, pero Miguel Perdiguer no pareció inmutarse “Bajaron unos de los pueblos de la colectividad para Cedrillas y su feria para comprar un mulo. Los Maquis al llegar a Camarillas los atracaron y se hicieron con todo el capital , 10.000ptas”.

 

¿Tuvo vocación de siempre para dedicarse a la medicina? “Estudié medicina de “churro”. Lo hice para estudiar lo mismo que un amigo y estar alojándonos en una misma casa…..no, no fue por nada más”..

 

Como “exiliado de Santolea”, ¿cómo le fue?; “Como a todos nos ha ido bien. Así, ¿cómo te vas a sentir exiliado?” .Volvemos a Santolea: “Es una injusticia, sólo pagaron el vaso invadido de la huerta….los demás, hoy las familias no podían pagar con la mitad”.

 

Sensibilidad. “Mira al principio subía todos los veranos y ahora pues, mira he subido este verano 7 o 8 viajes….y en los primeros días en Mas de las Matas sentía mucha añoranza y soñaba con Santolea. En aquellos veranos me subía un mes y medio y eso que allí madrugaba para sacar a las cabras con mi primo, pero subíamos por barrancos e íbamos por los campos….”. Seguro que eso era “total” para Miguel Perdiguer.

 

Nos preguntamos cómo vería hoy a su pueblo, sin pantano. Me mira como pensativo….noto cierta dosis de tristeza; ¿qué estará pensando, cómo quiere contestar?  Me repite la pregunta y después contesta con cierta simplicidad; ” no sería un buen pueblo para vivir, no habría campo…estaría mal comunicado, sin salida… el pantano al pueblo se sintió mucho, pero si nos hiciesen  volver no volvería nadie. Hoy te alegras barbaridad cuando ves a  uno de Santolea; todo esto seguramente es por las formas en que  tuvimos que marchar…para mi Santolea existe aunque no esté el pueblo, yo me siento de allí. ¡Soy de allí! Naturalmente tengo una imagen de Santolea que no coincide con la de ahora, me fastidia sólo de ver las minas”.

 

Miguel Perdiguer ya no estaba en Santolea cuando se inició la guerra civil española. ¿Se enteraba de lo que pasaba en Santolea?; “No me enteraba de lo que pasaba en Santolea, tenía catorce años y suficiente tuve con lo que pasaba en Mas de las Matas”. Una de las pasiones de Miguel Perdiguer fue y es la fotografía: “Mi primera cámara fue de baquelita y hago fotografía como si fuese por ahí a coger una cosa y llevármela a casa; es como si lo arrancases de tus vacaciones, excursiones. Las fotos me ayudan a volver a vivir el momento”. En su casa la foto más antigua era una foto de familia realizada por aquellas máquinas de cajón, “la hizo un perito agrícola que cuando visitaba Santolea se alojaba en nuestra casa”.

 

Nos interesa si Santolea era o no religiosa: “Era un pueblo, no de convicción religiosa, pero sí de rutina y de costumbres  ante la religión”.

 

Le preguntamos por una persona que ha tenido mucho a ver entre los emprendedores, Jerónimo Mata el propietario de la fábrica de mantas en Santolea. Miguel sonríe levemente: “era una persona normal, elegante… siempre iba bien vestido. Era más bien delgado e impresionaba, quizás porque era un hombre rico…¡tenía un coche Renault con chofer! Jerónimo Mata no estaba, tampoco, mucho en el Mas… tenía negocios en Zaragoza y alrededores. Murió soltero….Recuerdo que cuando éramos chicos íbamos a la fábrica de  Santolea y recogíamos hilos con los que nos hacíamos nuestras propias pelotas. A  mí ¿ te lo puedes creer? se me daba muy bien”.